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jueves, 22 de agosto de 2013

Las “vacas flacas” y el ambiente

Luego que el presidente Ollanta Humala dijera que la crisis económica llegó al país, y su ministro de Economía, Miguel Castilla, anunciara que ya vivimos el tiempo de las “vacas flacas”, se originó una suerte de pánico social y político que otras naciones del orbe ya han vivido. Creado este escenario, Humala y Castilla salieron nuevamente, pero para apaciguar sus mensajes y de alguna manera autodesvirtuar el contenido de lo que dijeron. Sin embargo, no puede negarse que el Perú ya vive un panorama de incertidumbre en lo económico y una muestra clara de ello es que los alcaldes y presidentes regionales vienen reclamando porque no tendrán dinero para culminar sus obras, debido al recorte de las asignaciones por canon. 
Detrás de los discursos estadísticos hay un análisis más reflexivo sobre la bonanza que goza actualmente nuestro país. Y es que ésta está enmarcada en los recursos naturales por el alto precio que algunos alcanzaron –por ejemplo, los minerales-. Ahora que se dice que ya llegó el periodo de las “vacas flacas”, algunas grandes empresas calcularán mejor sus tiempos de inversión y otras (pequeñas y artesanales), aprovecharán la oportunidad para no desacelerar sus procesos e intensificarán la explotación de los recursos para cubrir las ganancias dejadas por los precios devaluados. Las medidas que se tomen ocasionarán impactos ambientales que podrían ser negativos, lo que debe obligar a que el Estado fortalezca las instancias de fiscalización ambiental en sus tres niveles de gobierno para evitar una sobreexplotación de la biodiversidad. 
No olvidemos que en los recursos naturales podemos encontrar la fórmula para equilibrar nuestra economía, pero ello se logrará siempre que reorientemos nuestras gestiones e innovemos el manejo de dichos recursos para darles valor agregado y no solo extraerlos como materia prima. Por ejemplo, el recurso suelo puede convertirse en el financista de los centros urbanos y ciudades modernas que ansiamos. Recordemos que el uso del suelo debe generar recursos suficientes para que las ciudades satisfagan las necesidades de sus habitantes en armonía con el ambiente. 
Por ningún motivo, dichos cambios deben obedecer a intereses particulares y mucho menos sacrificar áreas verdes o desaparecer espacios públicos. En este contexto, el pago por servicios ambientales también podría ayudar a cuidar mejor la calidad de vida de las personas. En esta agenda a construirse debe destacarse además que la formalización de la extracción de los recursos mineros, forestales e hídricos engrosará las arcas del Estado, con el fin de que éste preste servicios a más ciudadanos y de mejor manera. Obviamente ello debe venir acompañado de una cultura ciudadana de tributación para priorizar y optimizar su inversión. 
Si hay abuso de los recursos naturales debe tenerse una tarifa diferenciada de quien los usa debidamente, de tal manera que se pague más por el “desperdicio” y se obligue a resarcir los daños. No olvidemos que los países más competitivos son aquellos que tienen una mejor regulación ambiental y que la contaminación es un costo que asumimos todos.(Fuente La República)

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